El sagrado derecho de informar y opinar

Por: Dr. William Franco

El sagrado derecho de informar y opinar

El gran cambio en Colombia ha sido el apoderamiento de la opinión pública de las redes sociales y los blogs como medio de expresión para reivindicar lo argumental, y los hay en todos los sabores. En el pretérito la opción fue exclusiva para unos elegidos, una elite autocrática de opinadores rabiosos, que oficiaban como dueños del oráculo; hoy los canales son plurales en ofrecer otros conceptos y convicciones.

Los príncipes de otrora se han venido a menos. Sus opiniones ya no superan las expectativas de mecer una hoja al viento, antes estremecían al establecimiento. Los comentarios que expresan hoy se difuminan y se pierden, en su pintura, por falta de rigor en los planteamientos, lo de ellos ya son las mofas. Las líneas de estos embriagados columnistas, arropados en livianas vanidades, se posan en los capiteles de las malquerencias de flaquezas y carencias.

Además en ocasiones afanan el contenido de sus escritos, partiendo plaza, con supuestos hipotéticos, anclados en el rumor, el chisme y el comentario. Son expertos en ofrecer verdades a medias. Y se esconden con facilidad y habilidad en el sagrado derecho de opinar para verter hemorragias de ambigüedades, tamizadas en odios y mezquindades. No en la verdad.

Hacen parecer una realidad creíble de algo que no lo es, con hechos falsos o fuera de contexto. Y algo peor hacen parecer una "opinión" como una "información" veraz, mezclan ambos conceptos, los funden en uno solo, para tener así la posibilidad de recular. Y hacer las aclaraciones que sean pertinentes al momento que se les increpe. Es una estratagema bien urdida para ganar con sello y cara. La soberbia no los deja rectificar y/o reconocer sus errores sino ofrecer aclaraciones, diciendo: Simplemente era una opinión. Problema resuelto para estos infames de la pluma y el verbo.

Pero ya el daño está hecho, la víctima sangra en el ruedo, el imaginario colectivo ya está impregnado, las pasiones de odios están a flor de piel. No hay reversa: El acusado es un bandido. La verdad procesal se torna secundaria, irrelevante. El mallete ha sido reemplazado por micrófonos y columnas de prensa.

En este país existe un ejército de periodistas y columnistas ansiosos más por conseguir el pan que en facilitar el disenso de las ideas. Otros, de esta misma estirpe, viudos de protagonismo, con desespero profundo -ranking de audiencia - se preocupan en el cultivo de la diatriba, el rifirrafe, la sátira enquistada en chistes, la metáfora mordaz, etc., para subir en posicionamiento y ganar en pauta (publicidad).

Otros atacan y atropellan, en sus entrevistas a como de lugar, la meta es una sola: Zarandear, estrujar, descalificar al contrario para sacarlo de los estribos. Luego le arrancan respuestas para llevarlo a las contradicciones. El plato está servido, las espuelas van de un lado a otro, tres o cuatro (periodistas) ya no entrevistan sino que interrogan. El sujeto es ahora un objeto, una piltrafa, un trapo sucio que todos quieren patear, las líneas telefónicas se abren para escuchar la voz de pueblo, en coro cantan: Bandidos, bandidos, bandidos (los servidores públicos son el manjar preferido).

En muchos casos podrá ser cierto, pero no es el camino, la forma, el lugar. Sin duda esto es mas peligroso que la bala de un fusil. La irascibilidad del pueblo convoca a la violencia.

Observemos - por tomar un ejemplo - la forma desobligante y bárbara como han tratado al señor procurador - Ordóñez - ante la posibilidad de ser reelegido para un nuevo cuatrienio en su cargo: Inquisidor, cruzado, confesional, monseñor, camandulero, godo, retrógrado, monárquico, fundamentalista, violador de derechos, etc. Y lo peor: existe un soterrado contubernio de complicidad, con ciertos órganos de poder, con intereses variopintos, que se prestan para estas malevolencias llenas de un sórdido morbo. Así no podemos, seguiremos recorriendo la misma historia de nuestra patria boba: Tirándonos de los pelos y matándonos. Toda esta clase de enfrentamientos termina absorbiéndolo, arrastrando al pueblo, la familia, el hogar, etc.

Lo único que no le han pedido al Procurador General de la Nación es que se pegue un tiro, o que se suicide colgándose a la soga. La conjura y las diatribas han estado al orden del día. ¿Es esto periodismo?

Ahora entiendo mejor por que es mas relevante Twitter y Facebook que otros medios de comunicación.