Homenaje póstumo

A la gloria de Don Rodrigo García Caicedo

Uno de los hijos mas grandes de Córdoba, nacido en el departamento de Santander, deja de estar con nosotros. Don Rodrigo García, hombre de acrisoladas virtudes, principios nobles y justos, marca una huella imborrable e inmarcesible en esa región del Sinú. Su talante excelso, de ideas concretas y claras, jamás a medias tintas, permitió arrodillar la cerviz para adelantar componendas de ninguna estirpe.

Su vida pública fue inmaculada, transparente y diáfana, nunca tocó el erario - la cosa pública- para acrecentar su peculio; Hombre de manos limpias, de carácter firme y sin cálculos mediáticos en el decantar de sus actos. Llevó la vida de los ascetas, buscando siempre el bien general sobre el particular, sin aspavientos ni vanidades en procura de honores o reconocimientos baladíes.

Desde los albores de su juventud encunó los ideales "De primo de Rivera", cancerbero de los ideales de Laureano Gómez, guardián celoso de los principios cristianos.

Don Rodrigo era un hombre superior, sin posiciones pusilánimes o timoratas en la adversidad, nunca condicionó sus actos a las circunstancias, por el contrario muchas veces sacrificó su tranquilidad personal y familiar para darse a los demás por el bien de una región. Cargó con estoicismo en silencio: La ingratitud, la traición.

En Córdoba era el "Faro de Alejandría" la luz del oriente en las noches oscuras, "la conciencia de Córdoba": un ser probo de manos limpias y mirada franca. Muchas veces buscó el silencio como medio de reflexión. Nunca hablaba mas de lo necesario, su verbo era fluido en la exposición, con rigor y claridad meridiana en sus ideas.

Rogarca (Rodrigo García Caicedo) bajo al sepulcro como los grandes (Bolívar - Córdoba - Nariño - Laureano), incomprendido y acosado por Cortes y Tribunales de dudosa procedencia; proclives, mas bien ellas, a las componendas y vaivenes de la política.

Como esposo y padre fue un hombre intachable, de justas costumbres, desbordó en su prole cariño y ejemplo en cada uno de sus actos de la vida. Su mayor legado su honestidad y rectitud, en pensamiento y obra.

A su esposa Rosita e hijos (Rodrigo - María Claudia - Jaime - Luz Ángela - Blas Ignacio - Eliana), tranquilidad y paz interior.

Gloria en sus restos, que la patria levantará sobre su semilla los principios de libertad y orden.

W. Franco