Una confesion

Hola,

No quiero seguir sufriendo por este orgullo que me atormenta, aunque se que tus sueños tienen un espacio en otra mujer, que bien mereces, déjame decirte que aún te amo sobre todas las cosas del mundo.

Fui una mentirosa al confesarte con vanidad que ya nada sentía cuando terminamos, mientras en lo más profundo de mi alma daba gritos por ti. Te ataqué indiscriminadamente para mostrarte lo poco que me importabas, mancille tu delicado nombre con improperios y vejámenes cual mujer de baja esquina.

Por todos los medios luché para que me respondieras en igual proporción para compensar mis penas y saldar mis actos pero no, tus cabales nunca perdieron sus cauces, por el contrario tuviste mesura y señorío en escucharme.

Qué pena me da mirar en tus transparentes ojos, las pupilas de reposo que observan mi destrozada vida. Quiero que sepas que en forma, casi enfermiza, mi único interés era recuperarte, pero los espíritus despiadados de los celos y de mis actos posesivos arruinaron mis propósitos y, es más, siempre te culpé a ti por el fracaso de nuestro amor, cuando inmaculado y comprensivo fuiste en prestar atención a mis embates.

Todas tus respuestas, monosílabicas por cierto, con tono tranquilo y de suave expresión, no hicieron más que enervar y envenenar mis ánimos.

Me duele mucho que no me hables, siento que te atormento cuado te llamo pero ¿qué hago?... aún te amo. Veo que me tienes lástima, que te molesta escuchar los truenos de mi voz, que soy un recuerdo funesto para tu vida, que todo está perdido y eso me desespera.

Quiero morir para volver a nacer y volver a tenerte. Mi vida ya está jugada en esta triste partida del amor. Te perdí para siempre y me resisto a creerlo. Me da ira verte tranquilo de conciencia, cuando yo en cambio ardo en fuego consumiéndome en odio.

Sobra decirte perdóname por todas las ofensas a las que te he sometido. Estoy convencida de que antes de comenzar a atacarte ya tú me habías perdonado, ese eres tú, que ira me da el no haberte creído nada de tus actos y pensamientos, mas bien sentía que no me querías, que poco te importaba, que no era punto de atención en tu vida.

¡Qué tonta fui! Sería la mujer más feliz si te pudiera olvidar, pero lastimosamente te has convertido en un fantasma que acecha mi vida a cada instante, donde quiera que vaya allí estás inmerso.

Te amo.

Bye