con pasion y deprave

Querida Camila:

El mejor consejo que te puedo dar como amiga, es que leas mis vivencias, lo que tuve que hacer para recuperar a mi novio, no fue nada fácil. Pero, cuando uno ama de verdad debe darlo todo con pasión y deprave.

Después de dos años de ausencia, de sentir su vacío, me he decidido a llamarlo con el único interés de escuchar su voz, mi corazón triste se resiste a olvidarlo. El es consciente, y sabe que jamás lo voy a olvidar.

Ningún hombre sobre la tierra sería capaz de lograr despertar tantos instintos. Pasaron semanas, meses preparándome para llamarlo, siempre sentía miedo en hacerlo, en mi mente brotaban mil imágenes imaginándolo a él con otra mujer, no tenía porqué dudarlo, es un hombre apuesto con todos los requisitos que una mujer desea.

Llegó el día en que tomé la decisión en llamarlo, mis dedos temblaban al marcar su número, tenía la prevención inmediata de que no me contestara el teléfono, conocía bien su carácter, su forma de ser. Sin embargo eran mas las ganas de oírlo, aunque fuera por un instante, que abstenerme en hacerlo.

Después de timbrar varias veces, entró la llamada, la más deseada de mi vida, contestando él. Su voz era la misma, firme, seca e impetuosa. Jamás se imaginaría que fuera yo: Su mujer, su amante, su amiga, su confidente.

En ese momento mi comportamiento era de total inseguridad, no sabía que decirle, como saludarlo, no era capaz de hilvanar alguna frase. Sin embargo, él me saludo sin saber quien era..., luego preguntó con curiosidad, quien era, le respondí: Soy la mujer que mas lo ha amado en su vida.... - su silencio fue total, fueron segundos eternos, sintiendo pánico de que me colgara -.

Sin dejarlo responder, volví y le hablé: Quiero que me de una oportunidad de verlo, llevo dos años de total sufrimiento por usted, reconozco que fui la peor mujer. Al no colgarme sentí que me ponía atención, no podía perder esta única oportunidad, continué... Quiero hacerlo sentir el hombre mas feliz del mundo, sólo dígame que tengo que hacer para poderlo ver...

Su respuesta fue un solo golpe de voz: Encontrémonos este viernes en San Isidro (Restaurante y discoteca) a las 10 pm. Le contesté: ¿Seguro que usted va...?, no me deje esperándolo... Con la misma actitud me respondió: Usted sabe que mi palabra es sagrada, no como la suya que todo es una mentira, lo mismo que su vida. Nos vemos que esté muy bien y colgó.

Sin duda su respuesta me dolió, igual me sentía inmensamente feliz de saber que en pocos días estaría de nuevo con él.

No quería perder un segundo, lo primero que hice fue pedir cita a la peluquería, de antemano sabía que era mi única oportunidad, no escatimé detalles en prepararme para la noche mas hermosa de mi existencia.

Los días fueron lentos, pero la felicidad que llevaba conmigo nadie me la quitaba. Sólo esperé recibir un dinero para irme de compras, me quería sentir la mujer más atrevida y sexy del mundo para ese momento.

Nadie mejor que yo conocía sus gustos, por eso recorrí todos los rincones para encontrar las sandalias mas hermosas, de tacón muy alto. Después de dar infinitas vueltas logré encontrar una minifalda preciosa, sabía que le iba a encantar, tan corta era, que con sólo intentar agacharme a recoger algo dejaba ver mis partes íntimas. Al medirme la falda, mi cuerpo se veía demasiado exuberante, como a él siempre le ha fascinado una mujer, delgada de curvas pronunciadas.

Cada instante que pasaba, fluían cantidad de ideas, ansiosa buscaba por todas las vitrinas algo que lo impactara. Justo me topé con la mejor tienda de ropa interior, sin pensarlo entré a devorar cada sección, pasó más de una hora y nada me gustaba, nada me impresionaba. De repente se me acerca una niña, de las vendedoras, y me dice: La he estado observado desde hace rato, creo saber que usted busca algo muy atrevido, permítame le muestro lo nuevo que llegó hace apenas un par de días, aún no lo tenemos en la vitrina, pero si le gusta, con gusto hago que se lo facturen.

Pensativa me quedé observándola, se veía de buen gusto, sin mutar palabra me quedé esperándola... A su regreso, traía en sus manos una caja, mi incertidumbre aumentaba, al destaparla quedé atónita, al mostrarme un juego de ligueros preciosos, de una vez se me ocurrió la idea de irme desnuda, sin tanga, para la cita. Estaba segura que, si todo salía bien, él busca la forma de acariciarme. De novios jugábamos a tocarnos en sitios públicos.

Retomando mis intenciones, que ya eran todas morbosas, le dije a la nena que me atendía: Necesito un par de medias de seda pura, con silicona que se adhiera bien a mi piel. Sin perder tiempo me las trajo, de color negras, igual que el liguero negro. Debo manifestar que, la vendedora disfrutaba mi estado de ánimos, sin darnos cuenta se transformó en mi cómplice.

Le dije que me permitiera un vestier, donde medirme todo, ella muy gentil me acompañó. No puedo negarlo, de mis ojos brotaron lágrimas de emoción cuando me observé en el espejo, me sentía después de dos años inmensamente mujer: Los ligueros dibujaban mis piernas, las medias besaban mi piel suavemente, los tacones de mis sandalias realzaban mi cola, como avispa de panal.

A pesar de estar segura de como me veía, quise reafirmarlo con mi amiga vendedora, abrí la puerta y le pregunté: Que como me veía, no dudo en responderme, te ves preciosa, lentamente sin yo decirle nada, se fue acercando en posición de rodillas, y luego extendió su mano sobre mi cola para sujetarme mejor una de las tiras del liguero, sin duda, cuidaba cada detalle para que me viera hermosa en mi cita, algo le había comentado.

Con una voz muy dulce, ella coqueta e insinuante me decía: Que lindo se te ve todo, tus nalgas son preciosas, me encanta como las tienes... Sin entenderlo me estampó un beso, dejándome sus labios marcados de labial.

En ese instante sentí una corriente sobre mi cuerpo. Sin saber que ocurría, y en un silencio sepulcral, ella continuó acariciándome, justo en la parte más ardiente de mi cuerpo, la zona interna de mis piernas, donde pierdo el control de mis actos, donde dejo de ser yo misma para ser hija de los avernos más oscuros pasionales de una fémina.

En fracción de segundos, dejó de ser la vendedora, aquella niña con diligencia en atenderme, pasó a ser mi amante de vestier. Por acto reflejo, apoyé mis manos sobre el espejo, abrí mis piernas en tacones, y su lengua comenzó a explorar mi vagina con movimientos circulares profundos, sus manos aferradas a mis nalgas las abrió, buscó con desespero el ojo de mi culo y con fuerza introdujo la punta de su lengua, sentía que me estaba martillando, violándome con ganas de lesbiana.

Al ver que nos estábamos demorando, de inmediato se levantó, y sin decirnos una sola palabra, me dio su tarjeta, cerrando nuestro encuentro furtivo con un beso en mi boca.

Al salir del vestier, continuó ya con su actitud de cliente - vendedora, sin dejar ver la menor sospecha, pague mi cuenta y amablemente nos despedimos, con un coqueto guiño.

Debo confesar que esta vivencia, aceleró mas mis ganas de tener sexo pronto, mi objetivo central seguía más firme que nunca, reconquistar a mi hombre, y más ahora que había conocido esta chica.

No veía la hora de pasar este suplicio, de llegar a nuestro encuentro y, si todo salía bien entre los dos, sellar nuestra noche, invitando a la nena para amanecer los tres juntos, maravilloso sería si todo si todo se daba. Vale decir que, en otras épocas lo hacíamos, y nuestra relación de pareja se fortalecía más, éramos exploradores natos de experiencias fuertes, teníamos claro que nos amábamos.

Los días se fueron, y la fecha de nuestro encuentro entró en la recta final, las horas pasaron y llegó la noche. Tenía la premonición de que todo saldría a pedir de bocas, ya sabía que el sitio donde nos encontraríamos era espectacular.

Desde la noche anterior había dejado todo listo, mi ropa para ponerme, con extremo me fijé en cada detalle, elegí un maquillaje fuerte, para resaltar mis ojos rasgados, mis cejas las marqué con delicadeza. Javier, mi peluquero, dejó unas ondas preciosas en mi pelo que caían como gajos de uvas sobre mi espalda. Hacían juego perfecto con mi collar, que ligeramente rodaba entre mis senos. Mejor no podía sentirme, llegó la hora de partir para mi cita.

Preferí irme sola, que nadie me llevara, llamé un taxi para que me transportara, sobre el camino, mil recuerdos sobrevinieron a mi mente, sentí miedo, me sentía angustiada, pero mi suerte ya estaba jugada.

Al llegar, vi su carro parqueado, sentí una emoción muy fuerte, descifrarla sería imposible. Al bajarme del taxi cerré los ojos, y elevé una plegaria al cielo.

Al pasar el portón de la entrada, surcado entre dos antorchas logré ver entre árboles alguien que salía del baño, hice un alto en el camino para observar, justo era él. Sin pausa alguna, salí corriendo detrás, y sin pensarlo me le abalancé por la espalda y le tapé los ojos, mis manos temblaban de susto, pero nada me importaba, mi sueño ya se había cumplido, tenerlo entre mis brazos.

Por fracciones de segundos, los dos nos quedamos inmóviles, sin mover su cuerpo, lentamente fue posando sus manos sobre las mías, lo primero que hizo fue buscar nuestro anillo, al tocarlo me sentí la mujer mas dichosa sobre la tierra, fue imposible contener mis lágrimas, tampoco era capaz de soltarlo.

Luego, comenzó con lentitud a bajar su mano agarrado de la mía, ambos giramos lentamente nuestros cuerpos para quedar de frente, sin aún mirarnos a los ojos, nos dimos un fuerte abrazo. Por fin pude sentir de nuevo el olor de su cuerpo.

Nada nos importaba a nuestro alrededor, la gente pasaba y con sorpresa nos miraba con signo de interrogación. Mis brazos seguían colgados de su cuello, tenía pavor de mirarlo. Sin embargo, él al sentirme llena de emociones encontradas y, al ver que no era capaz de mirarlo, levantó mi mejilla y dirigió su mirada sobre mis ojos cargados de lágrimas.

Al sentirme un poco mas calmada sus dedos se entrelazaron con los míos, y comenzamos a caminar para dirigirnos a la mesa. La noche era fresca, el clima perfecto, un ejército de estrellas colmaba el firmamento.

Al ver que ninguno de los dos hablábamos, me aventuré a saludarlo y a darle las gracias infinitas de estar allí conmigo. Sin saber quien estaba en su vida, acompañando su caminar en esos momentos, le dije: Quiero que me perdone de corazón todo lo mala que fui, su silencio en todo este tiempo ha sido mi peor verdugo, mi vida sin usted no tiene sentido, déme la oportunidad de recuperarlo, dígame que debo hacer que estoy dispuesta a darlo todo.

La noche se iluminó, por fin comenzó a hablar, los minutos pasaban y pasaban... Era impresionante, no había cambiado un ápice en su forma de ser: Como siempre elocuente en su verbo, sus gestos seguían iguales, sus manos expresivas hacían énfasis en cada una de las frases que pronunciaba, con sólo observarlo quedaba extasiada.

Después escuchado por largo rato, sin quitarnos la mirada, y de comprender su realidad presente (su relación afectiva con otra mujer), seguía empecinada en recuperarlo.

Cada paso que daba marcaba sin duda una estrategia para hacerlo sentir mejor. La noche era amena, lo sentía tranquilo, sin asomos de rencores. Después de un par de Whiskys, ordenamos la carta al Metre, sugiriéndonos un cordero asado bañado en una delicada salsa de finas hierbas.

La mesa era pequeña, redonda, vestida con un mantel de algodón, de sillas cómodas. De frente nos encontrábamos, quería tenerlo cerca, que me abrazara, extendí mi brazo para agarrar su mano, y con todo el amor del mundo le dije que lo amaba.

En silencio espere una respuesta a mi afirmación..., no me la dio. Lo observé un poco distante y silencioso, para mis adentros me dije: Cometí un error en hacérselo saber de nuevo.

El tiempo se detuvo, la expresión de su mirada era indescifrable, no puedo negarlo me sentía triste de no saber que ocurría. Sin embargo, de un momento a otro de manera accidental, su pié tropezó mi pierna, traté de acomodarme mejor, me dijo, como si fuera una orden: Quédate así como estas y mírame de frente. Su pié comenzó con lentitud en abrir mis piernas, no lo podía creer lo que estaba sucediendo, sus dedos como araña se aferraban sobre mis medias de seda dibujando corazones.

Mi sorpresa era tal que, no sabía que actitud asumir, respiré profundo y le pregunté: ¿Que haces....?, me respondió con otra pregunta ¿No puedo?, agregué: Soy toda tuya.

Eran momentos mágicos que estaba viviendo, mi cuerpo se estremecía con leves convulsiones en mi cintura, ansiosa estaba por que me coronara la cima de Venus, con sus dedos, intencionalmente no llevaba tanga, el camino al templo estaba desnudo.

Al penetrar sus dedos mis jugos lo recibieron con calor de hembra, apreté con fuerza mis piernas, sentí con arrechera sus golpes de taladro sobre mi pelvis, y en respuesta le culeaba con mis nalgas sobre la silla, disfrutando cada penetración de sus dedos, simulando su falo.

Su placer se expresó en su boca, dejando asomar su lengua para moverla despacio por sus labios, su mensaje fue inconfundible, lo tenía atrapado en las celdas de mi prisión. Ganas no me faltaron de agacharme y arrastrarme por debajo de la mesa, como una ninfa desesperada, para ir en busca de su bastón de mando, moría de las ganas de mamárselo y sacudir su verga en mi boca.

Nada era premeditado, las cosas iban pasando sin bitácora alguna, ambos sentíamos sed de sexo, para clamarlo un poco, pasé mis dedos por mi vagina para darle de beber de los jugos de mi néctar, sus labios brillaban con mi flujo, chupaba cada uno de mis dedos con voracidad.

La luz del lugar era tenue, cómplice de nuestro encuentro, la cena en tránsito poco nos importaba.... Tenía mas hambre de que mi varón me ensartara con la cabeza de su polla, mis comportamientos era de una ninfa libertina sin control.

Al verme tan desenfrenada, me halo por el pelo, para controlar un poco mis instintos salvajes.

Respiró hondo para decirme: Cenemos primero, y ya miraremos que hacemos después. Siguiendo sus órdenes, recibimos la cena, brindamos con nuestras copas. No veía la hora de salir de este bello e imborrable lugar.

La distancia era corta para llevarme de regreso a casa, me sentía tranquila y feliz, en el carro me dediqué con devoción en colmarlo de las caricias más tiernas de una mujer enamorada.

Al llegar lo invité a seguir, lo primero que hice, al pasar la puerta, fue desnudarme para ir a servirle su Whisky y lucir mis ligueros negros con sandalias altas, igual que la nena que me atendió en el almacén, mi macho comenzó a tocarme, pero como un hombre de verdad, encendiéndome a palmadas, dejando sus dedos marcados en mi culo.

Arrancó las medias sin quitármelas, destrozadas ellas me amarró, y de rodillas como mi amante de vestier, me puso a mamarle su verga. Fue maravilloso sentir como se botaba ese pitón de macho en mi cara, quedé bañada de su semen, por mis tetas corrían la miel de su leche. Ya cansada y vencida de haber sentido tanto placer me tiré en el sofá para acariciarlo tiernamente por todo su cuerpo, mientras él se tomaba su Whisky.

Besos,

Maria Fernanda