Basto una mirada para quedar rendida a su verga

Querida Alexandra:

Déjame decirte que mi alma está afligida y destrozada, me enamoré del hombre que no debía ser, imagínate vive en la misma unidad donde yo vivo, quiero contarte algo que viví con él, para que me des el mejor consejo de amiga, te necesito mas que nunca.

Nos conocimos hace dos meses, justo en el parqueadero del edificio, jamás lo había visto, pero un día por las casualidades de la vida nos encontramos al tomar el ascensor. Te confieso que al ver ese hombre, todo se me paralizó, sólo bastó que pronunciara dos palabras, para yo quedar rendida a sus pies: Sus cejas gruesa, alto, con cara de pocos amigos, con unas manos de macho divinas, impetuoso, y lo que mas me trastornó, la arrogancia de su mirada, me dejó impactada.

Al bajarme del ascensor creí que todo sería normal cuando vemos a alguien que nos gusta, cuestión de un par de horas para ser parte del pasado, eso me dije a mi misma. Pero NO, aquí las horas y los días fueron un infierno de agonía. El tiempo ha transcurrido y su imagen se hace imborrable, en mis oídos retumbaba el eco de su voz.

Resignada oré mucho a Dios para salir de esta pesadilla, ya no podía estudiar, no me concentraba, averigüé con los porteros del edificio y confirmaron lo que sospechaba, es un hombre casado. Pero, tú sabes que el corazón enveces nos traza otros caminos, y así fue:

A los días, un sábado por la mañana, aprovechando el sol y el día tan hermoso que hacía, salí a caminar para sentir el aire puro que deja el rocío del amanecer, llevaba consigo puesto un top pequeño con un short que dibujaba mi cintura, me encantaba, se veía precioso mi abdomen plano, de esos que son descaderados que deja ver las tiras de la tanga, que tanto le fascina ver a los hombres.

Iba caminando desprevenida, cuando veo de frente su carro, traté de evitarlo haciéndome que no lo había visto, pero el me encendió las luces para notificarme de su presencia, al frenar me saludó con una hermosa sonrisa y, a renglón seguido me dijo: Acompáñame que debo hacer algo ... Sin mutar palabra, me subí a su carro, no hubo espacio para pensar o actuar de otra manera, los instintos de mujer enamorada, deseosa de poseerlo, fueron los rectores de mis actos.

Sin yo preguntarle nada, comenzó a hablar de él, a contarme sus cosas, su vida, etc., sentí que me brindaba una dulce confianza, cada segundo que marcaba el reloj mas se desarrollaban los instintos de mi libido, sin darme cuenta mis feromonas estaban sin control.

La primera vez que lo vi dejó ver que era un hombre muy serio, pero ese día se mostró súper querido, amable, me hacía bromas, tierno conmigo, regalándome las frase mas lindas que una mujer puede escuchar, sus palabras eran celestiales a mis oídos.

Al rato de estar en el carro, los dos nos quedamos callados, le pregunté: ¿Te pasa algo...?, Me miró a los ojos en silencio, su ceño estaba fruncido, sus cejas marcadas se veían preciosas, y me dijo: Llevo tres semanas pensando en ti, sino te veía me iba a enloquecer.

Acompañó sus frases agarrando mi pierna, con esas manos de tigre, sentí el zarpazo del felino que caza a su presa. Ahí vi el cielo, vi el infierno, sentí un calor impresionante en mi cuerpo, mi piel se transformo, no sé si era roja de emoción o de excitación. Recordé a Sócrates: " Sólo se que nada se ", me limité a vivir, a descubrir ese oscuro mundo que llevamos las mujeres, malévolo y perverso que cabalga dentro de nosotras, pero que sólo lo disfrutan los hombres atrevidos que saben dar el paso de macho, en el momento justo.

Su mano no se detuvo, por el contrario con fuerza y mucha pasión entró a conquistar mis zonas erógenas, de reojo me miraba con el morbo propio del deseo, de hacerme suya, dejando filtrar esas ganas de clavar la estocada en mi vulva de pequeños labios.

Sus dedos lentamente se fueron sumergiendo debajo de mi short diminuto, por reflejo de la excitación mis piernas se fueron lentamente abriendo quedando tendida a su voluntad y expuesta para él en la silla del carro, mi pulcritud de mujer ya no me importaba, mi cuerpo ardía de placer.

Por mi ventana pasaban buses atiborrados de pasajeros, no dudo que mas de uno observó el estado en que me encontraba con este hombre. Seguro, que más de uno se masturbó... al llegar a sus destinos, era súper erótico la escena que dejamos ver, eso nos producía mas adrenalina, sentir que nos miraban.

Luego me agarró por el pelo, me estremeció muy fuerte - que placer - y clavó mi boca en su verga. Dejó de ser el hombre tierno, de un comienzo, para transformarse en el varón, macho dominante que todo lo controla. En mi vida, jamás me había sentido así de sometida, me veía extraña conmigo misma, pero nada me importaba.

Para quedar solos en el camino, aumento la velocidad del carro, mientras yo le succionaba su verga, se la mordí varias veces, estaba muy ansiosa por robarme su leche, la quería tener en mi boca y tragarme su semen, para quedar ligada a mi macho, no me importaba su estado civil, igual que él me transformé en una felina devoradora en entregarle placer. Sólo quería encoñarlo, someterlo a que penetrara mi chimba estrecha.

Era tanto el desenfreno, la locura, que casi nos damos con un andén, pero nada nos importaba, yo lo gritaba y gemía como la más perra de todas. La arrechera era tal, que metió el carro a un lote vacío, abrió la puerta y me tiró al suelo de un rastrojo. Ambos estábamos sudando, me bajo el top para morderme mis tetas, me puso en cuatro para romperme por el culo, al penetrarme sentí mucho dolor, pero igual placer, lo tenía seco y mas me dolía, pero mas me fascinaba sentir esa verga en mi ojete estrecho, virgencito para mi macho.

Tirada en el suelo, como una vagabunda, era la mujer mas dichosa de la tierra, su leche me chorreaba por mi culo, tenía tierra mezclada con sudor en toda la espalda, mis rodillas ardían de dolor, y este hombre sin clemencia alguna, cual fiera feroz seguía clavándome sin piedad.

Amiga, me debo ir ya, después te cuento como terminó todo. Lo importante ahora para mí, es que me des un consejo, ¿que hago con este amor que venero?

Tú amiga,

Besos,

Laura