Mentiras de los hombres

Una verdad inocultable, las mujeres sí saben mentir, los hombres son torpes por naturaleza:
Los hombres para inventar mentiras (de sus aventuras) no tienen ninguna audacia, cada frase que pronuncia deja ver su huella de evidencia, son torpes para esconder y ocultar su plan. La mujer por el contrario es una experta en urdir sus mentiras, no deja detalle suelto, en cambio el hombre los deja todos sueltos. Por eso ellas tienen un método de evaluación mucho mas expedito y profundo en saber detectar todo. Es esta la famosa intuición de mujer.

Para saber si un hombre le miente (infiel) no necesita escucharlo, sólo con mirarlo a los ojos sabe de antemano todo: Presente, pasado y futuro. Y más cuando el hombre está fraguando una aventura con otra nena.

Lo mejor que le ha sucedido en toda la historia a la mujer es el invento de los celulares (teléfono móvil), se volvieron expertas en detectar sonidos ambientales para confrontar donde se encuentra su macho, cuando le habla. Cuando un hombre no le contesta el teléfono a su amada doncella, ella va sumando evidencias que no son otra cosa que pruebas reinas para el expediente.

Toda fémina tiene un software con última tecnología desarrollado en su cerebro, especializado en detectar los pasos necios de su macho. En este programa ella guarda: horas, días, lugares, personas, situaciones, sonidos, voces, etc. Y lo peor de todo esté software es de código abierto, sólo para ellas, comparten sus mejoras con el fin de robustecerlo mas y volverlo mas eficiente.

Así entonces, estos aparatitos se han vuelto la causa generadora de crear más desconfianza sobre los hombres, traducido esto en crear más discusiones entre pareja.

El ingeniero programador que se invente un software donde se puedan crear ambientes virtuales, sería millonario y el hombre más rico del mundo. Si imaginan ustedes, un hombre contestar a su novia y decirle: Amor estoy aquí en unos retiros espirituales orando en santa comunión por los dos, y un trasfondo de cantos gregorianos, con voces sutiles de seminaristas. Cuando la verdad es otra, una rumba divina con nenas en las piernas, libando entre copas.